Por *Carina Fossati
India e Indonesia comparten similitudes que van más allá del hecho de pertenecer al mismo continente y asemejarse en nombre –el término Indonesia data del siglo XVIII, deriva del latín indus (india) y del griego “nesos” (isla)– pero también presentan diferencias en paisajes, tradiciones, clima y actividades culturales como para que el hecho de incluir ambos países en un viaje no signifique caer en “más de lo mismo”.
A simple vista podría parecer más lógico trazar una ruta de viaje que uniera India con vecinos más cercanos como Nepal y/o Sri Lanka, y por su parte a Indonesia con Malasia, Singapur y otros destinos del sudeste asiático. Sin embargo, la combinación de ambas naciones en un mismo itinerario, propuesta por la novela “Comer, Rezar, Amar” que publicó en 2004 la norteamericana Elizabeth Gilbert –y popularizada en 2010 con la película de Julia Roberts– se destaca por ofrecer una mezcla altísima de colores, sabores y olores, sumada a una dosis de espiritualidad que penetra en el interior hasta de los más escépticos.
Ambas naciones coinciden en ser dueñas de cifras importantes: India la segunda más poblada del planeta (1.375 millones de habitantes) y la séptima en tamaño (3,29 millones de km₂). Indonesia es la cuarta del ranking en cuanto a población (266 millones de personas) y la poseedora del mayor número de islas tropicales del mundo: aproximadamente 17.500, aunque gran parte del turismo internacional solo conozca el nombre de su “estrella”: Bali.
Los dos países también tienen en común la oportunidad que brindan al viajero latinoamericano de conocer en profundidad templos, ritos y costumbres de dos religiones a las que se tiene poco acceso por estos lares: el islam, basado en las enseñanzas del profeta Mahoma, y el hinduismo, que parte de la trinidad divina (trimurti) compuesta por Shiva, Brahama y Vishnu, con múltiples derivaciones.
Indonesia es el país con mayor población musulmana del mundo: el 90% de sus habitantes profesa esa religión. Sin embargo el gobierno no ha adoptado la sharia (ley islámica) por lo que la mayoría de sus pobladores viven la fe de forma menos estricta que otras naciones. De hecho en la isla de Bali, es el hinduismo la religión más seguida por sus habitantes y al recorrerla se pueden apreciar bellísimos templos sagrados, como Ulun Danu, una de las postales típicas de la isla. Está dedicado a la diosa del agua Dewi Danu y se sitúa a orillas del lago Bratan, rodeado de fotogénicas montañas y vegetación. Para los locales se trata de un lugar de peregrinación, al que concurren a realizar ofrendas y rezar por agua para sus campos de arroz y demás cultivos.
Otro recinto sagrado que vale la pena destacar de allí es el Besakih, ubicado en la falda del volcán activo Agung. Esta enorme estructura hinduista está formada por 22 puras (lugares de culto) y se considera la madre de los demás templos de la isla.
También en Indonesia, pero en el centro de la isla vecina de Java, el complejo Prambanan ofrece un conjunto de más de 200 templos hindúes que a golpe de vista recuerda, por su arquitectura, a los famosos santuarios camboyanos de Angkor.
Respecto a India, el hinduismo es seguido allí por casi el 80% de la población. En segundo lugar está el islam, practicado por entre 150 y 180 millones de fieles. Es el tercer país con mayor cantidad de musulmanes del mundo (después de Indonesia y Pakistán) por lo que, como se darán cuenta, se trata de un gran error frecuente encasillar a las personas de nacionalidad india como “hindúes” pues se estaría dejando afuera al 20% de sus habitantes.
Sin lugar a dudas la construcción de carácter religioso con mayor fama internacional es Taj Mahal, colosal monumento del siglo XVII que la mayoría de los historiadores coincide en adjudicar al emperador musulmán Shah Jahan de la dinastía mogol, quién lo habría encargado para Mumtaz Mahal, su esposa favorita. La arquitectura combina elementos islámicos, persas, indios y turcos, y si bien la cúpula de mármol blanco es el icono más conocido, su predio de 17 hectáreas incluye una gran mezquita, una casa de invitados y jardines. Está declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y desde 2007 integra la lista de “Las nuevas siete maravillas del mundo moderno”.
Se encuentra en Agra, ciudad que integra el “triángulo dorado” del país junto a Nueva Delhi, la capital india, y Jaipur, conocida como “la ciudad rosa” por la frecuencia del color rosado terracota en su arquitectura: esa tonalidad representa bienvenida y hospitalidad para su cultura.
Sin embargo a la hora de espiritualidad es Varanasi la ciudad que se lleva el título de capital espiritual de India. Está ubicada a orillas del Ganges y aquellos habitantes que pueden permitírselo económicamente peregrinan hacia allí con las cenizas de sus difuntos, para realizar la ceremonia final de despedida. Tan aglomerada que mientras transita sus calles uno puede sentirse en el pogo de un concierto de rock, e intensa en aromas y colores, Varanasi es de esos puntos del globo capaces de provocar cualquier sensación salvo indiferencia.
Volviendo a Indonesia, para visitar los diferentes templos esparcidos por la isla de Bali se puede elegir como base al pueblo de Ubud, ubicado en el centro, en medio de una selva con monos, ardillas y extensos arrozales bordeados de palmeras. Ingresando a pequeñas villas de los alrededores uno puede experimentar la forma en que los balinenses viven sus creencias en lo cotidiano: en una de las cercanas al volcán Batur (que tiene 1717 metros de altura y continúa activo) las casas están todas orientadas hacia él y sus habitantes tienen por costumbre al dormir colocar sus cabezas en esa dirección, como forma de respeto para que no “se enoje” y entre en erupción.
Por lo general, quienes visitan Ubud suelen combinar su estadía con algunas noches extra en una de las playas de la costa balinense, como Kuta (la “Ibiza” de la isla por sus fiestas interminables), la surfista Uluwatu con sus impresionantes acantilados, o las más relajadas Seminyak y Nusa Dua, que ofrecen hotelería e infraestructura más sofisticada para quienes desean mayores comodidades.
Historia y gastronomía. Otra similitud entre ambas naciones en el haber sido colonias europeas hasta mediados del siglo XX. India fue británica hasta el movimiento de independencia liderado por Mahatma Gandhi y hoy tiene como idiomas oficiales al inglés y al hindi. Indonesia, por su parte, fue colonia holandesa y aunque su idioma oficial es el indonesio, una lengua del grupo malayo-polinésico, se pueden apreciar vestigios de su pasado en la arquitectura de Yakarta, la capital, ubicada en la isla de Java. Allí se instalaron los primeros asentamientos holandeses, construyeron canales como los de Amsterdam y en el barrio Kota Tua, la zona más antigua de la ciudad, se puede visitar edificios coloniales neerlandeses.
En cuanto a sabores, India invita a los paladares osados a deleitarse con el pollo Tandoori o Tikka Masala y currys de diversos tipos –acompañados obviamente con arroz para equilibrar el picante. Por su parte los menos intrépidos en materia gastronómica probablemente se enamorarán del pan chapatí, chato como un panqueque pues lleva poca levadura: es ideal para wraps de todo tipo. ¡Y nadie debería perderse las somosas, empanaditas indias de forma triangular y masa crujiente!
En Indonesia, como en todo el Sudeste Asiático, el arroz siempre está presente: quienes visiten la región lo verán de diversos tamaños, colores y texturas, tanto en el plato como en los campos de arrozales que pululan en sus islas. En base a él se elabora uno de los platos típicos, el Nasi Campur, que lleva pollo, cerdo, verduras, huevo y tempeh (soja fermentada).
* Carina Fossati es la periodista creadora del blog de viajes y turismo Hills To Heels (www.hillstoheels.net). Este artículo fue publicado en el diario uruguayo “El País”.