El Sudeste Asiático es tendencia turística internacional en lo que a destinos lejanos o “exóticos” respecta. Combina precios bajos (salvo el del aéreo), culturas diversas, historia milenaria, exquisita gastronomía y playas de postal. Los grandes imanes son países como Tailandia, Indonesia –o más concretamente su isla Bali-, Camboya puntualmente por su complejo de Templos de Angkor (aquellos que ubicamos por fotografías de árboles gigantes que crecen de entre los escombros) y en los últimos años se ha sumado Vietnam al listado. Pero hay otras naciones que recién suelen entrar en nuestro imaginario cuando hacemos zoom en el mapa pensando en que más vale la pena visitar para aprovechar un vuelo de casi dos días, y ahí es cuando aparece Laos. Más específicamente, la ciudad de Luang Prabang, que fue su capital hasta 1975 (la actual es Vientián) y está declarada Patrimonio de la Humanidad por UNESCO desde 1995.
Con más de 50 templos budistas para menos de ochenta mil habitantes, Luang Prabang continúa siendo el centro turístico, espiritual y religioso del país. La baja concentración poblacional de Laos (menos de siete millones de habitantes en un país poco más grande que Uruguay, lo que en términos asiáticos significa casi desierto) lo convierte en un oasis de silenciosa paz para el viajero que llega de las bulliciosas Bangkok, Hanoi o Ho Chi Minh. El panorama se complementa con verdes colinas de fondo, edificios de arquitectura francesa y callecitas coloniales (herencia de su etapa como colonia gala) por las que pasean jóvenes monjes de túnicas anaranjadas.
Qué ver. Vale la pena madrugar (aproximadamente 5.30 de la mañana, justo antes del amanecer) para presenciar la ceremonia de entrega de limosnas. A diario los novicios más jóvenes de todos los templos recorren las calles en filas ordenadas para recolectar las donaciones de alimentos –frutas, dulces y el “arroz pegajoso” típico de la región- que les brindan los habitantes de la ciudad por caridad, y en los últimos años también turistas por curiosidad.
Los encontrarán en las inmediaciones de la mayoría de los templos, aunque les será difícil decidir a cuales acotarse en una visita de pocos días: Vat Visoun es el más antiguo (fue construido en 1503 por el rey Visounarath) y contiene una inusual estupa de forma esférica; en Wat Sene (1796) predomina el color dorado y se destaca una dorada estatua del Buda parado; por su parte Wat Mai ofrece en su entrada tallados de madera y murales con láminas de oro puro que relatan sobre una de las reencarnaciones de Buda, y además un Buda esmeralda sentado similar al de Bangkok.
El que no deben saltearse, por la belleza de su arquitectura, es el Vat Xiengthong, construido en 1560 sobre una colina en la punta de la península que forman los ríos Mekong y Nam Khan. Antiguamente era usado para ceremonias reales y en él se encuentran los huesos Sisavang Vong, penúltimo soberano de Laos y conocido como un rey “playboy” pues llegó a tener 15 esposas y 50 hijos. Podrán descubrir más curiosidades sobre este monarca en el antiguo Palacio Real Ho Kham, construido en la primera década del siglo XX.
Gobernó hasta su muerte, en 1959, siendo sucedido por el príncipe heredero Sisavang Vatthana, último en ocupar estos terrenos. En 1975 la monarquía fue derrocada por el régimen comunista, él fue obligado a abdicar y la familia real llevada a campos de “reeducación”. El palacio se convirtió entonces en un museo nacional.
Del edificio se destaca el salón del trono, con paredes coloradas tapizadas decristales de colores que dan forma a animales, vegetales y figuras humanas en distintas escenas de la vida cotidiana. También está en exposición el Pha Bang, estatua de Buda de pie de 83 centímetros adornada con metales preciosos que fue obsequiada por un rey jémer con ese apellido y del cual proviene el nombre de la ciudad, Luang Prabang.
Delicias locales. Otra razón para madrugar en Luang Prabang es que temprano en la mañana pueden encontrar a la feria local de alimentos en plena ebullición. Aquellos que la visiten verán vegetales exóticos para nosotros los rioplatenses, como la espinosamente fucsia fruta del dragón o los pequeños y peludos rambutanes, combinados con algunos que ya conocemos pero que allí presentan alguna variante: berenjenas pequeñas de forma redonda y pomelos gigantes de cáscara verde, por solo brindar algunos ejemplos.
Pero probablemente lo que más les llamará la atención es ver la carne roja fresca, expuesta al aire libre sin vitrinas refrigeradas. O la variedad de insectos que se ofrecen para preparar snacks, como saltamontes y larvas de avispa recién extraídas de sus panales. También la variedad de formas y colores que puede presentar el arroz, tan presente en la dieta del sudeste asiático como lo es el pan para nosotros.
A la hora de elegir un lugar para sentarse a comer se recomienda el restaurante, bar, galería y hotel boutique 3 Nagas, donde se pueden probar platos típicos laosianos como el khoua kai sai cheo bong (pollo salteado con salsa picante de ostras, cebolla y lemongrass), keng phet mooh (curry de cerdo con leche de coco, papa, berenjena y arvejas), laab paa (ensalada de pescado picado con hojas de menta, ajo, lemongrass, chile y aderezo de lima) y khoua phak (vegetales salteados con hongos y salsa de soja). Está ubicado en la calle principal de la ciudad, Sakkaline Rd., a pocas cuadras del mercado nocturno, sitio ideal para terminar la jornada adquiriendo a buen precio pañuelos de seda, vestidos frescos, artesanías y souvenires para llevar a casa.
Cascadas y cuevas. Laos no tiene salida al mar –y por lo tanto carece de esas playas paradisíacas que vienen a la mente cuando se nombra al Sudeste Asiático- pero aproximadamente 25 kilómetros al suroeste de Luang Prabang podemos bañarnos en las refrescantes piletas naturales de agua turquesa de las cataratas Kuangsi. Están localizadas en un parque natural selvático que por momentos recuerda al de las Cataratas del Iguazú, con trillos naturales para recorrer caminando. Encontrarán allí también un centro de rescate y reserva con la variedad de osos típica de esta región: el tibetano (Ursus thibetanus), también llamado oso del Himalaya y oso negro asiático.
El Mekong, que atraviesa China, Birmania, Laos, Tailandia, Camboya y Vietnam en sus 4.880 kilómetros de largo, está considerado el octavo río más largo del mundo. Desde Luang Prabang podrán contratar una excursión en barco para navegarlo hasta las cuevas Pak Ou, dos cavernas repletas de estatuas de Buda de diferentes formas y tamaños (según diversas fuentes la cantidad asciende a 4.000), que fueron y continúan siendo dejadas por peregrinos que las visitan. Será un plus si en el camino la embarcación se detiene en Ban Xang Hai, pequeña aldea que se destaca por la elaboración de licor de arroz casero, por la venta de seda y artesanías, y por poseer una bellísima pagoda.
Visado y datos útiles. En la página oficial de Laos (https://laoevisa.gov.la) se puede gestionar online la visa de ingreso, siempre y cuando se esté ingresando al país a través de los aeropuertos de Vientián, Luang Prabang o Champasack, o usando dos de los puentes que unen Laos con el vecino país de Tailandia. Caso contrario se deberá gestionar “on arrival” (al llegar) en el puesto de migración por el que ingresen al país. La moneda local es el kip pero el dólar es generalmente aceptado. Conviene llevar encima dinero en efectivo porque muchos comercios no aceptan tarjetas de crédito ni débito.
* Carina Fossati es la periodista creadora del blog de viajes y turismo Hills To Heels (www.hillstoheels.net). Este artículo fue publicado en el diario uruguayo “El País”.